Personajes: Randall Brightspear, siervo del Quebrado II

domingo, 1 de marzo de 2009

El caballero de la orden de las Sagradas Espinas, sir Edgar Ironcrown, resultó ser un hombre entrado en años, un anciano al que la armadura le venía grande y encorvaba su figura por el peso. Aunque su mirada aún era severa y cuando cabalgaba parecía uno con su montura por el dominio que exhibía. 

Randall hizo muchas preguntas a aquel caballero nada más salir de la abadia deseoso por conocer el mundo exterior. 

-¿A donde vamos señor?, ¿está muy lejos?, ¿es cierto que existen los dragones?, ¿vamos a ver a un rey?, ¿veremos elfos?, ¿ha matado a muchos hombres?, ¿es... 

-¡Calla de una vez muchacho! ¿Es que esos monjes no te han enseñado las virtudes de la contemplación interior? -interrumpió abruptamente el paladín a la par que detenía al caballo- Guárdate esas energías y no me marees, todo a su debido tiempo. 

Continuaron el camino, se detuvieron para descansar, lavarse, recoger agua, y así jornada tras jornada, en absoluto silencio, salvo las órdenes justas del paladín que con prontitud obedecía el escudero. 

-Ya puedes hablar chico ahora que has atemperado tu mente -dijo Sir Edgar a Randall-. Dime ahora, ¿qué quieres saber realmente? 

El muchacho bajó la mirada hacia el suelo dubitativo y por fin se atrevió a preguntar- ¿por qué yo Sir Edgar? ¿por qué no puedo seguir la senda de los hermanos de la orden en la abadía? 

-Muchacho, te puedo decir que altas instancias han movido sus hilos para que me acompañes allá a dónde vamos -hace una pausa-. Una sagrada misión me ha sido encomendada, y tú me habrás de ayudar, pues soy viejo para errar por estos caminos sólo, mas no te fies de las apariencias ya que aún me basto para enfrentarme a un dragón -y le hizo un guiño al joven. 

A partir de entonces la relación fue más amistosa, el viejo cascarrabias contaba anécdotas de su juventud y Randall aprendía los quehaceres de un paladín, cómo vestir una armadura completa, mantener el filo de la espada, cambiar las herraduras, y sobretodo hallar la sabiduría necesaria para aplicar en todo momento el dogma del Quebrado. 

"Ayuda a todos los que estén doloridos, no importa quienes sean. Los verdaderamente santos toman el sufrimiento de los demás. Si tú sufres en su nombre, Ilmáter estará allí para sostenerte. Únete a tu causa con firmeza si es justa, sea cual sea el dolor o el peligro. No hay ninguna vergüenza en una muerte llena de significado. Oponte a los tiranos y no permitas que una injusticia quede sin oposición. Enfatiza la naturaleza espiritual de la vida sobre la existencia del cuerpo material". 

[...] 

-Ya nos acercamos, Randall, tras aquellas colinas hay un pequeño pueblo donde nos hemos de reunir con otros, todos en cumplimiento de la sagrada misión, y nos esperan en la posada -el tono del anciano bajó hasta ser casi un susurro-. No te fíes de todos ellos pues algunos no serán de corazón noble y en su lugar han dejado que la podredumbre y la corrupción gobiernen sus actos. 

-Sir Edgar, ¿y qué clase de sagrada misión puede ser esa que reúna a toda esa gente? 

-Eso, mi buen Randall, está más allá de mi comprensión y no te puedo dar una respuesta veraz, sino tan solo elucubraciones de viejo chocho.

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