Personajes: Hermenegildo Hubes

miércoles, 11 de marzo de 2009

Con una larga tradición familiar humana dedicada al servicio de la ley, el bien y la justicia, él mismo desciende de la unión de un celestial y un humano que se ganó el favor de los dioses... y el amor de una celestial. 

Iniciado en el arte del combate y en el servicio y adoración a Tyr desde que tuvo suficiente fuerza para sostener un arma en sus manos, desde entonces ha desarrollado tanto sus habilidades marciales como los poderes concedidos por su dios, diferenciándose del resto de combatientes. 

Se diría que ha estado esperando toda su vida un momento como éste. Si bien otros pueden actuar movidos por afán de aventuras, recompensas o promesas, o simplemente por no desagraviar a su dios, incluso para algunos puede ser simplemente mala fortuna encontrarse en la tesitura actual, para él es más que un servicio a su dios, a sus principios e ideales, es ni más ni menos lo que da sentido a su existencia y actúa conforme a ello. 

Las instrucciones recibidas por los clérigos rezan así: 

“ Caballero, 

Debe acudir con la mayor presteza posible al acantilado señalado en el mapa adjunto, traspasar la entrada a la gruta y acabar con el mal que allí reina. Le esperará un grupo formado por varios miembros con su misma misión, a los que deberá unirse y actuar conjuntamente. Se espera que sacrifique su propia vida si es preciso, si ello sirve para el buen fin de su misión. Ese es el mandato divino de Tyr. 

Por Tyr, la Ley, el Bien y la Justicia!” 

En el acantilado, su primera impresión es que acaba de unirse a un grupo realmente heterogéneo. 

Observan un titán que yace en el suelo. Sus habilidades sanatorias le advierten que ha muerto fruto de multiplicidad de heridas causadas por armas de tamaño normal a enorme. 

Advirtiendo de ello a sus compañeros, sin más se pone al frente del avance y al pasar del cuerpo del Titán, como si saltara un resorte, ve aparecer un grupo de siete esqueletos, con el que parece ser su líder en el centro, al que protegen los otros seis. 

El resto del grupo y él mismo se ponen en guardia, y esperan el momento propicio para cargar simultáneamente todos a la vez. La espada no es el mejor arma para dañar a esos enemigos de puro hueso, pero aún así consigue herir a uno. El líder parece sentir el poder y la gracia de tyr que laten en él, y lo elige como su primer objetivo. El golpe es brutal, antes de perder el conocimiento apenas le da tiempo a percibir que no es un simple golpe, sino que está cargado de poder maligno, el poder opuesto al suyo, castigar el bien. 

Sin saber cuánto tiempo ha transcurrido, vuelve a abrir los ojos al lado de tan formidable enemigo. Está muy débil, y le lleva su tiempo levantarse, apenas si puede tenerse en pie. Sabe lo que ocurrirá seguidamente, que morirá irremediablemente, de todas formas mantiene la posición sin siquiera dar un paso atrás y recuerda cuál es su deber. 

Alza su espada por encima de su cabeza, reuniendo todas sus fuerzas y poder... Por Tyr!... El que ahora recibe un golpe brutal es su enemigo causando un tajo de daño divino. Se limita a rezar y esperar el golpe que le unirá a su dios o, con suerte, la posibilidad de seguir hiriendo a su enemigo... los pies firmes en el suelo en postura altiva... recibe el golpe mortal impasible... 

Desconcierto... Otra vez? Al volver a abrir los ojos, se levanta junto al resto de sus compañeros. Otro de ellos parece haber seguido también el mismo camino. Qué ha ocurrido? O es el designio de tyr que le ha recompensado por cumplir con su deber hasta el final o éste lugar está cargado de una extraña magia y poder. Está... vivo... otra vez... Y sus heridas curadas y cerradas.... 

El lugar resulta ser una gruta, al parecer enorme. Se internan en infinidad de salas... 

Observa detenidamente una de las salas y descubre lo que es la primera de las puertas secretas que posteriormente van a ir descubriendo en otras salas. Saltan algunas trampas.... Montan un simple plan de avance pero, al aparecer, efectivo: dos compañeros en avanzadilla, los más sigilosos y ágiles, que se encargarán de las puertas y las trampas, tras ellos los combatientes y usuarios de la magia. Se mantiene cerca de los compañeros de avanzadilla a los cuales advierte que, sistemáticamente, antes de entrar en cada sala, se concentrará para detectar cualquier fuente de mal que les pueda esperar al otro lado. 

Sin buscarlo, pues no está aquí para juzgar a sus compañeros y tiene muy presente cuáles son sus órdenes que, en este caso, provienen directamente de tyr, en su mente percibe señales de alerta... Tres de sus compañeros, claramente identificados, emanan malignidad. 

Orcos, setas gigantes, ratas enormes, esqueletos animados, criaturas voladoras... alguno de sus compañeros cae, si bien se les consigue reanimar resultando para ello imprescindible la intervención del resto de compañeros, en especial del humano clérigo que salva sus vidas. Sobre todo harán bien de cuidarse de esas criaturas voladoras que clavan su aguijón y drenan el vigor, lo cual puede llegar a provocar la muerte. 

Utilizando nuevamente sus habilidades sanatorias advierte al otro aasimar del grupo que una de las mordeduras de rata le provocará una enfermedad, que el período de incubación es de uno a cuatro días y que puede llegar a morir si no encuentra una cura. Y por último, una vez más sus habilidades sanatorias resultan de utilidad, en este caso determinantes para salvar la vida de uno de sus compañeros, el humanoide de rasgos afilados y rostro alargado, que ya presentaba un aspecto azulado, al que consigue detener la hemorragia en el último momento, aún a riesgo de ser él mismo el siguiente objetivo de la criatura voladora que lo ha sumido en ese estado. Olvida la malignidad que late en su interior y le salva de una muerte segura, pues cree cumplir así con los designios de tyr que están por encima suyo. 

El camino es largo... el riesgo de muerte es inminente... para él y para sus compañeros... una misión suicida con escasas posibilidades de éxito... De todas formas, aunque para los demás pueda resultar paradójico y difícilmente comprensible, él sabe que si muere cumpliendo su dogma habrá cumplido su misión... Sí, su misión, realmente la más importante de todas, cumplir el mandato de Tyr. 

Es por ello que está dispuesto a morir y ninguna duda alberga, no se arredrará ante el peligro, ya lo ha demostrado. Así, sus enemigos harán bien en guardarse del filo de su espada, pues tal convicción, confianza en sí mismo y valentía le convierten en el más formidable de los oponentes, y probablemente en el más peligroso pues no cejará en su objetivo aún con aparente temeridad a ojos de los demás y, si es preciso, morirá luchando como debe morir un paladín si llega su momento, si bien teniendo presente que arriesgar su vida y la de los demás inútilmente no es la mejor manera de servir a Tyr. 

Sin él saberlo, es por todo ello que ha sido elegido entre los demás aunque no sea el mejor de los luchadores que podrían haber enviado. 

Valor y Honor!

Es un Aasimar Paladín.

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