Personajes: Steven Galleon

lunes, 6 de julio de 2009

El deseado momento de bañarse en la sangre de sus enemigos había llegado. Había recibido los honores y las espuelas de caballero hacía un par de meses y lo embarcaron rápidamente en una fragata, junto con todos los que también habían recibido los honores, hacia las costas de un país que dejaría de tener nombre en cuanto el Imperio conquistara sus tierras y esclavizara a sus gentes.

Una vez en tierra fue puesto a disposición de su padre, Rolfgand “Rojo” Ghelleon, que lo envió a arrasar y saquear varias aldeas colindantes a la punta de lanza que había abierto en aquella zona. Disfrutó de la matanza igual que disfrutó cuando su padre empaló delante de las esclavizadas gentes a sus lideres. Disfrutó de las muchachas que violó por la noche y disfrutó del alcohol que le hizo perder el sentido a altas horas de la noche.

Se levantó y alejó de la hoguera donde él y sus compañeros dormían etílicamente para ir a orinar. Terminó y al girarse solo vio oscuridad. Confundido, sacó su espada y maldijo su torpeza y su embriaguez. Se colocó a la defensiva, tensando sus músculos, mientras intentaba por todos los medios que sus embotados sentidos le revelaran algún agresor.

“ Abrazas la masacre con verdadera devoción como tu padre y respetas las antiguas enseñanzas, estamos orgullosos de ti” le susurro una voz áspera desde todas las direcciones. Un sudor frío le resbalaba por la columna.

“Ansías la gloria y ansías mas conquistas como tu padre y respetas las antiguas enseñanzas, estamos orgullosos de ti” le susurraron por segunda vez.

- ¿Quién sois? – gritó Steven enérgicamente- mostraros y enfrentaros cara a cara.

La voz áspera rió, en un horrible chillido demente.

“Te llevaremos a un lugar a servirnos y conocerás tu destino a su debido momento. Y si sales con vida, volverás, y podrás sentarte en un trono de cráneos, pues la recompensa por servirnos va más allá de las aspiraciones siquiera del Emperador. Ya nunca estarás a la sombra de tu padre”.

Borracho y confundido, se derrumbó sintiendo que todo su cuerpo era atravesado por agujas de hielo. 

Cuando abrió los ojos, solo vio un cielo gris a través de las rendijas de su yelmo. Se incorporó, con más dificultad de la cuenta pues alguien le había vestido su armadura, incluso le había puesto la capa y la espada al cinto. A su alrededor había un sorprendente grupo de personas...y algunos seres sacados de cuentos de hadas, como un enorme minotauro. Hizo acopio de voluntad por no ceder ante el asco que le daban aquellos que no eran humanos, pues estaba solo y rodeado. Descubriría quienes le habían enviado allí...y decoraría la chimenea de su habitación con su caja torácica.

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